Tras colocarse en su momento más peligroso, se abre ahora una posibilidad de paz enUcrania después del diálogo entre el presidente ruso Vladimir Putin y el ucraniano Petro Poroshenko; no obstante, estamos hablando de un preacuerdo inicial y muy prematuro que podría romperse por la sencilla razón de que las tensiones eran muy elevadas hasta hace unas horas.
Recordemos que este martes Kiev hablaba sobre una guerra contra Rusia casi segura, Moscú anunció modificaciones a su doctrina militar, la Unión Europea amenazó otra vez con nuevas sanciones contra el Kremlin y la OTAN, ese bloque militar que debió desaparecer tras la Guerra Fría y no lo hizo, celebrará una Cumbre esta semana en Gran Bretaña en la cual tiene previsto crear una especie de “grupo de acción rápida” unos 4 mil soldados que en solo 48 horas podrían responder a un supuesto ataque ruso.
Esto es un elemento muy importante, porque confirma una tesis manejada en varios comentarios anteriores: no es un conflicto solo entre ucranianos, más bien Ucrania es el tablero de un forcejeo peligroso entre las grandes potencias.
Otro elemento llama a no ser tan optimistas, excepto Rusia nadie hablaba de paz, son más las fuerzas que aún echan leña al fuego que aquellas que optan por una solución negociada; ahí estaba, en la misma Ucrania, el senador Bob Menéndez, con el objetivo de presionar con sus declaraciones al presidente Obama para que venda armas al ejército ucraniano, a lo cual el mandatario se niega por lo menos públicamente.
Pero queda una pregunta en el aire ¿Era posible la guerra? ¿Era posible un choque frontal entre la OTAN y Rusia? Algunos afirman que los últimos acontecimientos hacen de esa guerra una posibilidad real, sin embargo, otros aluden a determinados intereses que podrían evitar este hipotético enfrentamiento que ahora, afortunadamente, parece más lejos.
¿Qué plantean estos analistas? Rusia ha sido muy hábil en sus relaciones tanto con la OTAN como con la Unión Europea, es decir, no ha fortalecido las relaciones con los bloques, sino que lo ha hecho de forma bilateral con algunos de sus miembros y esto le ofrece cierto respaldo.
Un ejemplo clásico es Turquía, miembro de la OTAN y aliado de Estados Unidos, Moscú es el segundo socio comercial de Ankara, es el país que le construye sus primeras centrales nucleares y es muy difícil imaginar a esta nación alzando la mano a favor de un ataque contra Rusia.
Tampoco podemos olvidar dentro de la Unión Europa a Alemania, Italia, Austria y otros tantos países que se sumaron a regañadientes a las sanciones económicas, pero una cosa son las sanciones y otra muy distinta es una guerra, porque señores… hablamos sobre Rusia, una de las dos grandes potencias nucleares, un ejército fortísimo en pleno proceso de modernización, un país donde se fabrican algunas armas que le hacen contrapeso cualitativo al complejo militar industrial norteamericano, pero sobre todo, hablamos de un país muy nacionalista que ha demostrado astucia en sus decisiones y capacidad de respuesta.
Todo parece indicar que se abre paso algo en lo que ya nadie confía: la sensatez de las grandes potencias. Es cierto que vivimos en un mundo donde la lógica cambia constantemente, donde los intereses son complejos y la prudencia no parece ser una virtud de los políticos, pero un enfrentamiento Rusia-occidente significaría la barbarie, el mayor caos del siglo 21. Piensen en los precios del petróleo, en la crisis económica, en el peligro nuclear.
No obstante, se puede llegar a la paz en Ucrania, pero muchas heridas quedarán abiertas, y esto es un peligro latente.
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