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martes, 25 de noviembre de 2014

LA CARTA QUE GUARDA ARGENTINA: CORTAR LOS DE VUELO DE LAN A LAS ISLAS MALVINAS




No autorizar más los vuelos semanales desde Chile a las Malvinas, que sobrevuelan por espacio aéreo nacional, y son el único puente aéreo entre el archipiélago y el Continente. Es la carta que Cristina Kirchner tiene lista para poner sobre la mesa si Londres no cede a un inicio del diálogo por la soberanía de las islas antes de diciembre de 2015, aseguró un funcionario K cercano a la Presidenta.

Cristina ya había propuesto, en la apertura de las sesiones legislativas de 2012, un puente aéreo directo entre Buenos Aires y Puerto Argentino, operado por Aerolíneas Argentinas. Pero los kelpers lo rechazaron de plano.

Y es que la estrategia política de los malvinenses ha sido, desde la guerra de 1982, oponerse a la profundización de los lazos naturales con los argentinos del Continente. Reivindican su pertenencia británica, a tal punto, que conviven desde hace 32 años con una base militar que supuestamente los protege de la amenaza de invasión argentina.

La única vez que cedieron a su resistencia anti-argentina fue, cuando en marzo de 1999, Chile decidió cortar los vuelos a las islas, en protesta por la detención del general Augusto Pinochet en Londres, ordenada por el entonces juez español Baltasar Garzón.

De ese puente aéreo semanal depende la provisión de frutas y verduras frescas en las góndolas de las islas, además de otros bienes que los kelpers importan a menor precio que desde el Reino Unido, por cuestiones monetarias y de distancia.

Fue en ese contexto que el gobierno de Carlos Menem negoció un acuerdo de comunicaciones que dispuso que los ciudadanos con pasaporte argentino pudieran volver a ingresar a Malvinas (prohibido desde la guerra), y también se acordó que la reanudación de los vuelos desde Punta Arenas incluyera una escala mensual en Río Gallegos.

"Venimos desde el sur de la Patria, de la tierra de la cultura malvinera y de los hielos continentales y sostendremos inclaudicablemente nuestro reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas", había dicho Kirchner en su discurso de asunción, el 25 de mayo del 2003. Y fue Kirchner el único presidente que, apenas asumido, le planteó cara a cara a un premier británico (Tony Blair) la necesidad de negociar la soberanía, como establece una resolución de la ONU desde 1965. Blair se quedó sin palabras.

De hecho, también Kirchner fue quien comenzó un proceso de presión a los isleños al suspender la autorización de charters, siempre desde Chile hacia el archipiélago. Las frecuencias rentadas habían comenzado a proliferar al ritmo del crecimiento de la industria turística y petrolera en Malvinas. El único vuelo que el Gobierno no modificó y siguió autorizando fue el semanal de LAN. Los malvinenses se quejaron, pero no tanto, precisamente porque su principal conexión con el mundo vía Chile había quedado a salvo.

En estos años, la Argentina ha logrado el apoyo de la mayoría de los organismos internacionales y gobiernos de todos los colores al reclamo argentino. También se han apilado las quejas argentinas por las acciones unilaterales del gobierno británico, como la venta de licencias pesqueras en aguas malvinenses, la exploración petrolera en las islas y, recientemente, los ensayos militares que incluyeron disparos de proyectiles en la zona.

Pero hasta ahora, Cristina nunca amenazó con la suspensión de los vuelos desde Chile para lograr su objetivo soñado: que Aerolíneas vuele a las Malvinas. Que, dicho sea de paso, objetivamente, beneficiaría a los habitantes de las islas quienes, hasta la guerra de 1982, se atendían en hospitales nacionales, venían de compras a Buenos Aires y veraneaban en la Argentina continental.

"Es la carta que le falta jugar a la Presidenta", insiste el funcionario K. Tiene exactamente un año para dejar su as en el mazo, o ponerlo sobre la mesa.

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