El 25 de enero se celebran en Grecia unas elecciones que pueden suponer un cambio de rumbo en la agenda neoliberal de la UE
De nuevo la Unión Europea. Otra vez Grecia. Otra vez Alemania. Dos años no son nada, aunque han servido para ganar tiempo y para que éste deje su huella en unos y otros. La posible victoria de Syriza en las próximas elecciones del 25 de enero puede enfrentar a Alemania con el primer Gobierno antiausteridad desde que la ortodoxia neoliberal tomase las riendas de la gestión de la crisis en 2011.
En 2012, Angela Merkel y el coro financiero basaron su campaña en favor del partido neoliberal Nueva Democracia en una visión apocalíptica de la tragedia griega –“o nosotros o el caos”–. En 2015, concretamente el 3 de enero, la postura oficial alemana es que la Eurozona puede asumir la salida de Grecia del euro, o, como lo llaman los medios europeos, la “grexit”. Pero en estos tres años, además, ha emergido otra fuerza de oposición al neoliberalismo. El 5 de enero, el periódico francés Libération mostraba una foto de Alexis Tsipras, candidato de Syriza a las generales griegas, junto a Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, con una entradilla en la que anticipan que los partidos de la “primavera roja” del sur de Europa pueden imponerse en las generales de Grecia y España “a costa de Bruselas”.
Pero los años han pasado también para la población griega, en especial para las clases medias, claves en la contención del huracán Syriza en 2012. El activista de los movimientos sociales Theodoros Karyotis cree que la presión de Alemania no tendrá el mismo efecto disuasorio que tuvo entonces: “La diferencia es que hoy día, tras cinco años de crisis y tres de ‘planes de rescate’, las clases medias tienen ya muy poco que perder, así que la estrategia de difusión del miedo no tendrá los mismos resultados”.
La escritora Laura Kortinas reside actualmente en Creta y propone un viaje para enseñarnos cómo ha cambiado Grecia en este tiempo: “Me imagino a Ulises volviendo de su largo viaje, ¿qué cara habría puesto si en su casa de Ítaca se hubiera encontrado al Emir de Qatar? Ahora el islote es suyo. Éste y otros cinco. Los compró por 8,5 millones de dólares”.
La OCDE calcula que un 17% de la población griega no puede cubrir sus necesidades alimentarias
Mientras Hamad bin Khalifa Al Thani realizaba su particular entrada en Ítaca, la desigualdad en Grecia ha seguido aumentando: el índice Gini –que mide la diferencia entre la población– sitúa al país sólo un par de puestos por encima de España, el país más desigual de la zona euro. El 27% de la población griega está desempleada, y de ella cuatro quintas partes son personas en paro de larga duración. A esta situación se suma el fin de la moratoria a los desahucios, un sostén que ha funcionado desde el comienzo de la crisis y que el Gobierno pro-troika ha dado por amortizado el 1 de enero de 2015. Tras esta decisión, se calcula que la cifra de desahucios puede llegar a los 250.000.
Christos Giovanopoulos forma parte de Solidarity For All, una campaña que organizó el encuentro Alter Summit de Atenas en junio de 2014 y que busca extender la solidaridad a todos los países de Europa. Este activista considera que Grecia está “al borde de una crisis humanitaria severa”, con bolsas de población devastada por los efectos de la crisis. Lo corrobora la OCDE, que calcula que un 17% de la población no tiene cubiertas sus necesidades alimentarias.
Redes de apoyo mutuo
Junto a la depresión –se calcula que ha habido 3.500 suicidios relacionados con la crisis–, en Grecia han aumentado la solidaridad, el apoyo mutuo y las iniciativas de la economía social. Giovanopoulos destaca el aumento de iniciativas de base como bancos de alimentos, las clínicas y escuelas solidarias o los movimientos de apoyo a las personas migrantes. Son 350 estructuras de solidaridad, explica este activista, que han organizado una red no sólo para contrarrestar los efectos de la crisis y “ayudar a la gente a vivir con dignidad”, sino para “construir un nuevo modelo de relaciones sociales y otra cultura de participación política”.
Los movimientos son también una parte de la solución para Theodoros Karyotis, autor junto a Antonis Broumas de un agudo análisis sobre el papel de estos movimientos ante la posible victoria de Syriza. Karyotis valora la necesidad de un plan contrahegemónico, con sociedades concienciadas “dispuestas a avanzar más allá de la prosperidad material y la movilidad social individual”.
Las fuentes consultadas para este reportaje coinciden en señalar que el tiempo ha dejado huellas sobre la Syriza que se presentará a las elecciones del 25 de enero de 2015. Para Antonio Cuesta, corresponsal en Grecia de la agencia Prensa Latina, el descontento hacia la clase política es general “y Syriza no se libra de ello, pese a que sea el partido con mayor intención de voto”. En efecto, señala Karyotis, los cálculos de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) pasan por un acuerdo con la izquierda moderada y por la conservación del voto centrista, al que se dirigen las amenazas de la Comisión Europea y de Alemania. También ha dado lugar a una Syriza más madura políticamente, con un espectro electoral amplio, menos polarizado que el que la apoyó en 2012, cuando no consiguió alcanzar la mayoría.
La campaña de Syriza se basa en un Plan de Salvación Nacional que pueda atraer a dos partidos pequeños: Dimar (Izquierda Democrática) y Oikologoi Prasinoi (Ecologistas Verdes), un plan para garantizar a la población medios de vida y acceso a servicios básicos: techo, salud, agua, electricidad y calefacción. Con este programa de mínimos, Alexis Tsipras, candidato de Syriza, envió el sábado 3 de enero un mensaje de confluencia a los ecologistas, los comunistas y la izquierda anticapitalista: “La batalla que tenemos que dar está por encima de las diferencias que existen dentro de la izquierda”, dijo Tsipras, alertado por el intento de resurgimiento de Yorgos Papandréu, que anunció que se presentará a las elecciones al margen del PASOK, el partido socialista, al que las encuestas dejan fuera del próximo Parlamento.
Karyotis cree que en la segunda semana de enero “sabremos más” acerca de la estrategia que tomará la coalición, a la que los sondeos sitúan en torno al 30% del voto y que precisaría cuatro puntos más para formar Gobierno en solitario. De no llegar a esa cifra, “si Syriza forma un Gobierno frágil, es posible que se limite al Plan de Salvación Social y que no se atreva a emprender reformas de fondo hasta que no logre generar el consenso político y social necesario”, explica Karyotis.
Tras seis años de recesión y cuatro de memorándum de austeridad firmados con la troika, la posibilidad de deshacerse de la dictadura de los acreedores es, no obstante, un factor que juega a favor de una victoria de la izquierda griega. Giovanopoulos expresa claramente la dificultad de la situación: “Sabemos que tener el Gobierno no significa que tengas el poder, ni siquiera controlar el Estado, y sin la organización social las presiones de la troika, de la Unión Europea y de las élites financieras locales e internacionales no podrán ser afrontadas”. Karyotis ahonda en la idea de que los movimientos son imprescindibles para orientar lo que pase a partir del 25 de enero, pero considera que hay una importante desmovilización, generada en parte por la estrategia de Nueva Democracia de cobrar un coste personal a los activistas de los movimientos, y en parte, indica, por la dinámica electoral de Syriza, algo en lo que coincide Antonio Cuesta, para quien la petición de unidad a partidos y movimientos “llega tarde y tiene tintes demasiado electoralistas”.
Acreedores sin fronteras
En una entrevista a la revista italiana L’Antidiplomatico, Yanis Varoufakis, consejero económico de Syriza, relaciona directamente el anuncio de elecciones con la explosión de las dos burbujas que habían sostenido al Gobierno de coalición de Antonis Samaras. La primera en caer fue la burbuja de los bonos de deuda, una apuesta que había llevado al bono griego de B- a B en los ránkings de calificación de riesgos de la agencia Fitch. La disolución del actual Parlamento griego expulsó a Grecia de los mercados secundarios, lo que significa que cualquier Gobierno a partir del 25 de enero tendrá virtualmente imposible financiarse mediante la puesta en circulación de deuda. El segundo estallido se produjo en la Bolsa griega, que cayó un 4% con el anuncio de elecciones. Lo que, traducido, pone en duda que la devaluación salarial impuesta por la troika haya tenido los efectos balsámicos sobre las grandes empresas griegas que defendió el primer ministro Samaras en septiembre. “No ha habido recuperación –clarifica Varoufakis–, hemos tenido una monstruosa negación que resultaba funcional para la historia que la señora Merkel quería transmitir a los ciudadanos europeos”. En España, el corresponsal internacional de Cinco Días, Bernardo de Miguel, resumía en un mensaje en Twitter el “exitazo” de la troika en Grecia: en cuatro años el déficit ha pasado del 11,1% en 2010 al 12,2%; la deuda del 146% al 175% y el PIB ha caído un 20%.
“Sin la organización social, las presiones de la troika y de las élites financieras no podrán ser afrontadas”
A pesar de estos resultados, Alemania y Bruselas defienden su receta de “sangre, sudor y lágrimas” y han utilizado a la prensa para explicar que no hay peligro de que Grecia abandone el euro ni riesgo de contagio para otros Estados. Esto ha sido puesto en duda por Forbes, revista financiera que apunta que enseñar la puerta de salida a Grecia puede generar un efecto contrario al que se desea, dado que países como Italia o Bélgica podrían valorar escapar de la divisa común si los países centrales no plantean más alternativa que la austeridad. Más allá, la arquitectura de la UE no menciona el modo de llevar a cabo una salida de un Estado miembro que no desea abandonar la moneda, algo que ha repetido Syriza en varias ocasiones. Así, pese al fantasma del “grexit”, Syriza cuenta con margen para desafiar el destino que le auguran Bruselas y Berlín. Una victoria de los de Tsipras a finales de enero puede suponer el primer desafío a la dupla austeridad-rescate. La primera etapa de ese viaje, sentarse a la mesa con los caníbales, es decir, los acreedores, para negociar con ellos una quita de la deuda, un paso imprescindible para vadear el rigor impuesto por la troika. Tras años de devaluación de los bonos de deuda, Grecia puede negociar un recorte significativo de lo adeudado y ampliar los plazos para pagar el resto. Los mercados no son la amenaza, ha explicado Varoufakis, para quien el peligro viene del Banco Central Europeo (BCE), de la UE y de Berlín, preparados para cerrar el sistema bancario griego si el nuevo Gobierno no se pliega a su voluntad. Así, el panorama para un futuro gobierno no neoliberal depende casi en exclusiva de las decisiones que se tomen con respecto a la monumental deuda. Sin recortarla, explica una de las fuentes consultadas, no habrá estabilidad suficiente para que ese Gobierno pueda controlar el Estado.
La alianza del sur
Pero los años en la oposición han permitido a Syriza reposar su discurso, aun a costa de limar los perfiles más duros de su programa. En mayo, la coalición obtenía el 26,7% de los votos en las elecciones europeas, un hito que se convirtió en su primera victoria en unos comicios. Ese mismo día irrumpía Podemos, otro proyecto político antiausteridad, que se ha convertido desde entonces en el espejo para la izquierda griega y de otros países. Para Giovanopoulos, una victoria de Syriza contribuiría a debilitar a las fuerzas neoliberales, “a asediar a los asediadores”, mediante la apertura de un ciclo que puede continuar en Irlanda, a través del Sinn Fein, Croacia y Eslovenia, donde hay proyectos políticos en la línea no neoliberal, y por supuesto España y su Podemos. Este activista cree que este segundo acto de la política europea puede abrir fisuras en las políticas y la propia arquitectura de la UE, “dando aire a la población para respirar de la asfixia neoliberal”.
Karyotis teme que la vocación de masas de Syriza y Podemos y su “ideario de crecimiento y progreso” les lleve a repetir los errores de la socialdemocracia para satisfacer a unas clases medias irrelevantes en lo económico, pero aún pujantes en lo cultural. Para este activista, un nuevo polo en la política europea “sería algo que celebrar”, pero los cambios de conciencia necesarios “son muchísimo más lentos que los cambios políticos”. Los movimientos, para Karyotis, “tienen la clave para superar no sólo la crisis, sino el mismo sistema que la genera”. El camino emprendido ya hace tres años por Syriza seguirá siendo largo, pero desde él se ve la promesa de vislumbrar puertos nunca vistos antes.
Lo que Syriza dejará para más adelante
Reformas que no se pueden tomar antes de reestructurar la deuda.
Syriza plantea un Plan de Salvación Social como propuesta de mínimos para paliar la situación de emergencia que vive la mayoría de la población. Con este plan, la coalición pretende apelar a una mayoría social que el activista Theodoros Karyotis considera confiada en una vuelta a un capitalismo de rostro humano. En ese sentido, este analista ve poco probable que, al menos en una primera fase, Syriza emprenda reformas fuertes como la nacionalización de la banca, una reforma audaz del sistema impositivo, la modificación de las leyes de inmigración o la pendiente erradicación del “elemento fascista” de los cuerpos de seguridad del Estado. La dificultad de llevar a cabo estas medidas, obviamente, partirá asimismo con la presión de las élites económicas internacionales y locales. La agencia de capital de riesgos Fitch señalaba a finales de diciembre dos problemas inmediatos para una Grecia en el euro: la falta de liquidez –se estima que Grecia necesitará 20.000 millones hasta primavera para hacer frente a pagos inmediatos– y la fuga de capitales.
Presión de los paladines de la austeridad
El lema “No hay alternativa” vuelve a sonar en Europa.
La Comisión Europea y el Gobierno alemán ya han mostrado su disposición a enrocarse en una única posición: la que dice que el dinero sólo se transferirá “a cambio de más recortes, más privatizaciones y más liberalización de la economía”, indica el periodista Antonio Cuesta. El primero en pronunciarse fue el comisario europeo de Economía y Finanzas, Pierre Moscovici, quien con una escueta nota impelía a la población a votar a favor de partidos proausteridad. Moscovici se adelantaba unas pocas horas a la decisión del FMI, en este caso técnica, de suspender el siguiente paquete de rescate a Grecia. A continuación, el actual ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, rendía un homenaje a Margaret Thatcher con el uso de la sentencia “No hay alternativa” para disuadir a los griegos de que voten libremente.
El mantra de la troika sobre la recuperación
Las reformas que aprobó Samaras para las grandes fortunas.
En septiembre de 2014, el primer ministro Antonis Samaras, de Nueva Democracia, presentaba una serie de medidas económicas que a título personal significaban que “ahora todos me traten como un primer ministro serio de un país restablecido”. El discurso de la recuperación era secundado por la secretaria general del FMI, Christine Lagarde, quien un año antes ya había reconocido “el progreso de Grecia bajo su programa hacia la estabilidad fiscal y la restauración de su competitividad”. Entre las reformas anunciadas por Samaras estaba una de emergencia para reducir los impuestos al fuel calefactor, como medio para paliar la pobreza energética de la población, y varias de calado como la reducción del tipo máximo del IRPF y otra bajada de impuestos sobre los beneficios empresariales. Esto llevó a Grecia a un “milagroso” aumento del 0,7% del Producto Interior Bruto, lo que situaba al país en el escueto grupo de países con cierto crecimiento en términos de PIB.
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