Llora la Merkel, Lagarde y todo el poder fáctico concentrado del mundo. Los pueblos están encontrando el camino para romper la hegemonía del neoliberalismo y construir la suya propia.
La gran jugada democrática de Syriza
“Grecia ha elegido el peligroso camino del populismo”, gritan los medios de comunicación occidentales y sus repetidores a nivel global, Clarín y La Nación incluidos.
La desesperación es grande y se entiende: Grecia acaba de dejar abierta la puerta a que otros países vayan al choque con el FMI y los demás buitres financieros que dominan el mundo en la actualidad. Desde la Revolución Rusa, es la primera vez que el poder fáctico de tipo económico en Europa se ve tan amenazado por los pueblos.
Ahora bien, no podemos soslayar el genio político que se esconde entre el torbellino de información que nos llega desde Atenas. El frente Syriza, liderado por Alexis Tsipras, ha logrado condensar el apoyo popular masivo que le había sido negado en las elecciones que ganó hace unos pocos meses. ¿Cómo? Es fácil, aunque no se vea claramente.
Tsipras ganó las elecciones en enero de este año con alrededor del 34% de los votos. Syriza llegó entonces débil al gobierno, sin mucha legitimidad, en una situación parecida a la que enfrentó Néstor Kirchner en el 2003, cuando su contrincante innombrable renunció al ballotage y dejó al Frente para la Victoria con un pobre triunfo del orden del 22%. De haberse realizado la segunda vuelta electoral en aquella ocasión, por el efecto Le Pen que provocaría el rechazo a la figura del riojano, Kirchner hubiera sido ratificado con más del 60%, quizá más. Para eso sirve el ballotage: para legitimar al ganador con amplia mayoría.
Con esa debilidad indisimulable, Tsipras tuvo que hacer acuerdos incómodos para poder gobernar. Fue necesaria una alianza con los nacionalistas de derecha para alcanzar una mayoría apretada en el Congreso, condición necesaria en el sistema parlamentario que existe en casi toda Europa.
Y aquí aparece el genio: a meses de su precaria elección, Tsipras utilizó la cuestión de las negociaciones con la Troika neoliberal para darse un baño de legitimidad democrática y asegurarse, de este modo, la gobernabilidad que le venía esquiva. Llamó a un referendo popular en el que las opciones reales eran “Sí” o “No” a la consigna “¿Está Ud. de acuerdo con el proyecto de país de Syriza/Tsipras para Grecia?”
Esto fue lo que votaron los griegos hoy. Y Tsipras ganó con más del 60%, tuvo su ballotage tan deseado, algo que no existe en los parlamentarismos, porque están diseñados precisamente para parir gobiernos débiles que se puedan manipular o derrocar fácilmente desde el poder fáctico económico.
En una palabra, el genio político de Tsipras impuso las reglas del presidencialismo (sistema que utilizamos los americanos) en pleno parlamentarismo europeo. Los terminó metiendo a todos en el bolsillo en cinco meses, y ahora va a gobernar con una fuerza que no tenía al ser electo en enero.
El neoliberalismo murió y es ahora cuestión de enterrarlo. Y con él morirán también los sistemas políticos pensados para despojar a los pueblos del poder real. Con Chávez, Néstor, Evo Morales, Lula, Correa y ahora Tsipras estamos pariendo un mundo nuevo, un mundo diferente que es posible. Todo parto supone dolor y aquí no será diferente. Pero el resultado será una hermosa criatura que será la herencia de nuestra generación a las generaciones futuras.
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