Este jueves el pueblo haitiano celebra 211 años de haber roto las cadenas del yugo de la esclavitud impuesta por Francia para convertir a esta nación caribeña en la primera de América Latina en obtener su independencia y la segunda en el continente americano después de los Estados Unidos.
A principios del siglo XIX, decenas de esclavos levantaron sus voces y fuerzas contra la tiranía y opresión francesa, potencia europea que a través del régimen colonial sometía a los haitianos a tratos inhumanos, esclavitud y humillación.
La opresión en la que mantenían a los haitianos contaba con un promedio de 450 mil esclavos negros a las costas haitianas provenientes de África. Igualmente, a las mujeres haitianas se les prohibía casarse con blancos, en 1771 se les prohibió ocupar cargos importantes en las instituciones públicas, tribunales o en las milicias y tampoco podían ejercer la medicina.
A estos hechos se suma que los mulatos debían usar ciertas vestimentas, esto para denotar su condición de esclavo, así como se les prohibió utilizar títulos de Monsieur y Madame (señor o señora).
La constante injerencia de las potencias internacionales impidieron la consolidación del Estado en Haití. Francia se negó a reconocer su independencia hasta el pago de una compensación, siendo la primera deuda externa que comenzó a arruinar a la nación caribeña.
La independencia era el deseo del pueblo haitiano que empezó a incubarse desde 1791 y tomó fuerza a partir del 1º de enero de 1804 un grupo de luchadores revolucionarios liderados por Jean Jacques Dessalines reiniciaron la gesta emancipadora de Haití para convertir a esta nación caribeña en la primera de América Latina en obtener su independencia.
Un año antes, en octubre de 1803, Dessalines organizó y lideró la conocida batalla de Vertierres. En este enfrentamiento sus seguidores lograron vencer a las tropas francesas que posteriormente son expulsadas de la nación caribeña; tras un largo proceso emancipador se logró construir la senda sin retorno hacia la independencia de la nación.
Actualmente, Haití es parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la alianza energética PetroCaribe, además es miembro observador de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP).
A través de convenios bilaterales -respetuosos de la soberanía haitiana- estos organismos internacionales, a los que se suma también la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), han impulsado la reconstrucción de este país, víctima del constante saqueo e invasión del imperio estadounidense, además de desastres naturales y epidemias que han azotado a la población caribeña.
Revolución negra cobijó a Bolívar
La Revolución haitiana además fue cobijo y luz para nuestra independencia y para el Libertador Simón Bolívar cuando en 1816 viaja a Haití tras la toma de Cartagena por las fuerzas realistas. La España colonial amenazó a la joven República haitiana con atacarla si proporcionaba apoyo a Bolívar. Sin embargo, Alexandre Petión, líder haitiano, contribuyó activamente con Bolívar, en la organización de la independencia venezolana.
“Perdida Venezuela y la Nueva Granada, la Isla de Haití me recibió con hospitalidad: el magnánimo presidente Petión me prestó su protección y bajo sus auspicios formé una expedición de trescientos hombres comparables en valor, patriotismo y virtud a los compañeros de Leonidas. ¡Gracias al pueblo de Haití mis compatriotas serán nuevamente libres!”, escribió el Libertador el 21 de diciembre de ese mismo año.
Además Petión como apoyo en la lucha independentistas latinoamericanas, entregó a Francisco de Miranda, la Espada Libertadora de Haití, símbolo de la independencia y la lucha por la liberación de su pueblo.
Al recibirla expresó: ¡Pueblo de Haití! juro ser fiel y leal al pueblo libre de Suramérica, independiente de España, y servirle honrada y lealmente contra todos sus enemigos y opositores.
Petión solo pedía a Bolívar que proclamara libres a los esclavos en cada país que libertara. Simón Bolívar cumplió su palabra.
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