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jueves, 19 de febrero de 2015

GRECIA: ES EL MOMENTO DE DEJAR DE NEGOCIAR


El pasado lunes 16 de febrero de 2015 se llevó a cabo una de las reuniones más determinantes de la historia de la Eurozona y de la Unión Europea. En la reunión del Eurogrupo se negociaban las condiciones bajo las que Grecia debería solicitar financiación a partir del día 28 de febrero, día en que se acaba el actual 'rescate' de la Troika.
El actual gobierno de Grecia liderado por Syriza, se había comprometido, antes y después de ser elegido, a detener la austeridad y revertir las reformas asociadas al rescate de la Troika que atentan contra los derechos sociales y laborales de los griegos y griegas. Este compromiso firme se expresó con el hecho de que Syriza 'se ató al mástil del barco' asociándose con AnEl (Independientes Griegos), en vez de hacerlo con To Potami (el Río). AnEl es un partido conservador opuesto al proceso globalizador neoliberal y el poder ejercido por instituciones antidemocráticas controladas principalmente desde Washington. Este partido, profundamente euroescéptico, nacionalista y con raíces religiosas, tiene una posición respecto a la deuda más radical que la misma Syriza y no permitirá que el gobierno griego mercadee con la soberanía política o venda el patrimonio a extranjeros a cambio de nada, como han hecho los gobiernos de Pasok y Nueva Democracia.
Para hacer viable estas propuestas contrarias a la austeridad, Syriza solicitó de entrada una conferencia europea para reestructurar la deuda, similar a la de Londres en 1953, en la que se condonó gran parte de la deuda pública en Alemania. Esta demanda de reestructuración debería permitir a Grecia llevar a cabo estas políticas transformadoras que proponía. Desde este punto de partida comenzó, justo después de la formación del gobierno, un juego de alto voltaje que no tiene nada de divertido. En este juego se juegan la vida por un lado la revuelta contra el status quo que parece que cobra fuerza en el sur de Europa, y por el otro la misma estructura de control político del establishment europeo y occidental. Las decisiones a tomar por un lado y el otro son terribles.
El gobierno griego comenzó un día después de su formación una gira de encuentros con los jefes políticos en Europa para exponer su posición. Ante la falta de flexibilidad mostrada por los socios, partiendo de la voluntad de llegar a acuerdos y mantenerse dentro la eurozona, y sabiendo que la fragilidad del sistema global está en máximos, el gobierno griego ha ido rebajando sus demandas, dejando de pedir una reducción del principal de la deuda (la parte que no son intereses) y limitándose a pedir mayor 'bondad' en las condiciones de pago. Concretamente Varoufakis, el ministro de finanzas griego, pidió cambiar el bonos de deuda actuales por buenos que asocien los plazos de pagos y los intereses al crecimiento de la economía, además de proponer que el BCE adquiera parte de este nuevo deuda forma perpetua -evitando así la necesidad de refinanciarse. El objetivo era poder rebajar el superávit fiscal primario (la diferencia positiva entre ingresos y gastos sin contar los intereses de la deuda) que se pide a Grecia, que para el año 2015 será del 4,5% (recordemos que el España tiene un déficit primario de alrededor del 1,5%). En estos momentos el superávit primario del Estado griego se sitúa alrededor del 1,5%. El gobierno griego no pide poder gastar más de lo que ingresa. Sólo pide que le permitan mantener el superávit fiscal al nivel de 2014, lo que sencillamente sería una medida moderada de respeto a los derechos humanos por parte de los acreedores. Para entendernos el aumento del superávit primario del 1,5 actual al 4,5% que piden a los griegos supondría una caída adicional del PIB de entre el 7 y el 8% en el 2015. Analizando los datos podemos traducir las demandas de unos y otros: el establishment europeo pide aplastar la sociedad griega y el suicidio de su gobierno, y el gobierno griego pide sobrevivir y poder resistir esperando un cambio político en Europa pronto.
La respuesta del resto de socios europeos a estas demandas extremadamente de mínimos, a pesar de las muestras de simpatía y voluntad de flexibilidad iniciales de los jefes socialdemócratas Hollande y Renzi, e incluso de Obama, ha sido finalmente de rechazo unánime. Queriendo mantenerse razonables -o más bien dentro de la casa en ruinas de la Eurozona- el gobierno de Syriza bajó la cabeza el pasado jueves 12 de febrero y aceptó preliminarmente las condiciones propuestas por el presidente del Consejo Europeo Jeroen Dijsselbloem para un préstamo puente que permita que las negociaciones continúen más allá del 28 de febrero. La razón era clara, los sacsejos los mercados financieros griegos a partir del día 25 de enero han sido muy duros, poniendo a prueba la calma y la capacidad de resistencia del gobierno griego, con varias jornadas de grandes caídas de la bolsa, de repuntes de los tipos de interés de los bonos soberanos y de caídas del euro. El gobierno viendo que estaba solo eligió para aceptar un pacto de mínimos que le permita salvar la cara y cruzar los dedos para que Podemos gane las elecciones en España a finales de año.
Los mercados asocian, de forma correcta, esta negociación con un riesgo muy real de quiebra bancaria o de la deuda pública y de salida de Grecia de la eurozona -Grexit en el argot financiero. Si los bancos griegos quiebran deberían implementar medidas de control de capitales. Si esto se llevara a cabo por parte del gobierno de forma unilateral, antes de haber llegado a un acuerdo sobre la extensión del programa de rescate, esto llevaría automáticamente a la salida de Grecia de la eurozona. La situación actual no está demasiado lejos de este punto. Los bancos griegos llevan muchos meses bajo mucha presión, con unos balances muy estropeados, que en los últimos meses se han traducido en caídas de más del 70% del valor de sus acciones. Estos bancos sufren salidas de depósitos criticas (sólo el pasado diciembre salir del sistema bancario griego 7.600 millones de euros, el 4,2% del PIB griego y es probable que en enero y febrero estas salidas se hayan acelerado), que sólo eran compensadas a través de la mesa de liquidez del BCE hasta el 5 de febrero. Ese día el gobernador del BCE, Mario Draghi, dejó de aceptar la deuda griega como colateral para pedir liquidez. Por lo tanto los bancos que tienen deuda pública griega, y que lo usan habitualmente como prenda para conseguir dinero para sus transacciones diarias, como por ejemplo poner dinero en los cajeros o devolverlos a los depositantes que vienen a sacarlos, dejaron tener acceso a esta fuente. En Draghi dejaba así sólo una fuente disponible para los bancos griegos, la ELA (Emergency Liquidity Assistance), una línea de liquidez de emergencia que funciona a través del banco de Grecia, pero que está bajo control estricto del BCE, que controla la cantidad de dinero y las condiciones con las que se presta. El mensaje de Draghi era claro, estoy del lado de Alemania y cortaré la cuerda si no acepta lo que le proponga el Eurogrupo.
Es por esta razón, y porque no quiere salir de la Eurozona, que el gobierno griego se disponía a claudicar a cambio de algún punto porcentual de margen fiscal (quizás un 1%), de poder mantener su contrarreforma del salario mínimo y de llamar de forma diferente a la Troika y el próximo préstamo, dejando de llamarlo rescate para llamarlo programa para poder apuntarse el triunfo de haber terminado con el programa de austeridad a ojos de los ciudadanos griegos. El objetivo era resistir y esperar a Podemos. Así se llegó a la negociación del lunes 16 de febrero. Aunque el gobierno griego teatralizar un poco su postura de fuerza con un artículo de Varoufakis el New York Times el mismo lunes, en el que decía que en la negociación no estarían ligados por las consecuencias sino que harían lo que 'es correcto pasara lo que pasara ', iba dispuesto a transigir en gran medida. Su sorpresa fue encontrar que el documento que se le presentaba tenía poca relación con lo que se había acordado la semana pasada. En el documento del lunes 16 de febrero se planteaba en Grecia que debía aceptar una extensión del anterior rescate (por lo tanto no podrían vender a sus ciudadanos que habían acabado con el rescate de la Troika) y se introducían cláusulas que evitarían cualquier acción unilateral del gobierno contra las reformas implementadas por el anterior gobierno. Las negociaciones, obviamente se rompieron rápidamente. Seguidamente los oficiales griegos declararon que los estaban haciendo perder el tiempo, y por su parte el presidente del Eurogrupo impuso un ultimátum al gobierno griego, dándole hasta el viernes de esta semana para aceptar la extensión del rescate en estos términos.
Por si fuera poco, el BCE hace una revisión del mecanismo ELA, comentado más arriba, cada dos semanas, y la próxima, que será determinante para el futuro de Grecia, se llevó a cabo el miércoles 18 de febrero. Desde el rechazo del BCE a aceptar bonos griegos a cambio de liquidez, el propio BCE ha aumentado la capacidad de la ELA en más de 5.000 millones de euros, lo que ha permitido ir amortiguando las fugas de capitales de los bancos. Pero si en Draghi hubiera querido añadir más fuerza al ultimátum del lunes del Eurogrupo podría haber limitado este mecanismo, amenazando con su cierre si Syriza no acepta las condiciones que se le ponen sobre la mesa. Lo que hizo ayer fue aumentarlo moderadamente, en 3.300 millones, mateniendo la a Grecia colgando de un hilo.
Hoy jueves 19 de febrero, el gobierno Alemán acaba de rechazar la última propuesta de extensión del crédito de Grecia. La situación está a punto de colapsar o ha colapsado ya, lo veremos en las próximas horas. En definitiva, parece que la Eurozona no quiere dejar que Syriza apunte ni una derrota disfrazada de victoria. Incluso la posibilidad de que Syriza pueda vender como victoria este pacto de supervivencia genera pánico a los conservadores europeos, ya que la canciller alemana se ve amenazada por el partido de derechas y antieuro Alternativa por Alemania que no deja de subir en las encuestas, y el PP viviría como un impulso a Podemos cualquier burbuja de oxígeno a Syriza, por pequeña que fuera. Por tanto, lo que expresa de forma clara quién manda en la eurozona con estas condiciones es que quiere una Syriza decapitada dentro del euro o la expulsión de Grecia de la eurozona. El establishment conservador sabe que se la juega y estima que es mejor expulsar a Grecia que darle una pequeña victoria, por minúscula que sea. También sabe que la salida de Grecia podría significar el fin de la Eurozona en los próximos años, sobre todo si Grecia tiene éxito fuera de ella, pero confía en poder enderezar la situación, porque mientras hay vida hay esperanza. En mi opinión sin embargo, la gobernabilidad precaria, la división generada por los desequilibrios de las balanzas comerciales, y la crisis económica global serían acentuadas por la salida de Grecia. Los partidos euroescépticos, populistas, nacionalistas o sencillamente antiestablishment ganarán fuerza a medida que el proyecto euro se vuelva más agresivo luchando por su supervivencia, llevando, con más o menos tensión y drama, al final del proyecto europeo.
Para Syriza, y el movimiento internacional de resistencia contra la austeridad en Europa, que Grecia permanezca en el euro aplicando las mismas medidas catastróficas que se han aplicado hasta ahora sería desastroso. La salida del euro es arriesgada y genera miedo, pero sin duda es una mejor salida a este callejón sin salida. Es el momento de dejar de negociar y afrontar la dura realidad, como decía el diputado griego Costas Lapavitsas hace un año en este mismo diario, que hay políticas y proyectos que no pueden llevarse a cabo dentro la Eurozona. El gobierno griego ha de imponer controles de capitales, transformar el sistema bancario en público y social, poner en marcha una auditoría de la deuda como dicen las mismas regulaciones de la UE, y rechazar el pago de la deuda ilegítima. Estas serían los primeros pasos para abrir el camino hacia una transformación radical de la estructura social y económica. Como decía hace unos días, es la hora de la verdad para Grecia y la Eurozona, que ahora se encuentran en un cruce que es una oportunidad para cambiar la historia de la humanidad.

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