El crudo sigue en caída libre, sin que la OPEP muestre reacción para detenerla. Cuál es el papel de Estados Unidos y de Arabia Saudita detrás del fenómeno. Los intereses en juego. Irán, Venezuela y Rusia, los más afectados.
El precio para el barril de petróleo de Texas (WTI) volvió a bajar ayer a un nivel de 59,95 dólares, su menor valor desde 2009. La baja en el WTI, que es el precio de referencia para el crudo que se extrae en Argentina, expandió la sensación en el mercado de que la cotización todavía no encontró su piso. En seis meses, el deslizamiento acumuló una baja del 44 por ciento. Pero detrás de las condiciones de oferta y demanda de mercado, se encuentran las decisiones políticas de los países con peso como para marcar tendencias en los precios. Y hasta ahora, ni Estados Unidos ni Arabia Saudita han demostrado demasiado esfuerzo por detener la caída.
En el caso del Brent, el crudo del Mar del Norte que es tomado como referencia en Europa y buena parte del resto del mundo, la caída de ayer fue de casi un cuatro por ciento, llevando el barril a 64,24 dólares. La brutal baja del crudo representará un golpe de escena fundamental en el contexto económico mundial si se sostiene en el tiempo. Aunque el precio no siga cayendo (algunos analistas pronostican un piso del orden de los 45 dólares), con sólo mantenerse durante un año o más en los actuales niveles quedará establecido un cambio sustancial en las reglas de juego. La ecuación de beneficios y pérdidas no se define exclusivamente por la condición de exportador o demandante neto de cada país. Hay una condición más relevante, en opinión de los expertos, y es la capacidad de “resistencia” de cada país a esta situación “anormal”.
Por distintas razones, Estados Unidos y Arabia Saudita fueron mencionados más arriba como actores influyentes en el mercado. El primero ha sido tradicionalmente un gran demandante de crudo y cliente principal de los países con mayor producción. Con el desarrollo de la explotación no convencional (shale oil), Estados Unidos alcanzó un estatus de autonomía al lograr condiciones para autoabastecerse. Sin embargo, por algún tiempo mantuvo la demanda de crudo extranjero y preservó el propio como reserva. Esta situación cambió en los últimos meses, cuando resolvió reemplazar la demanda externa por producción propia. El impacto sobre el balance mundial se hizo sentir.
La posición de Arabia Saudita podría ser considerada la inversa. Como principal productor y exportador mundial, podría suponerse que es uno de los más perjudicados por el cambio de posición de Estados Unidos. Sin embargo, como aliados políticos de Washington, los sauditas “convalidaron” la presión bajista sobre el precio frente a sus pares de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo): resistió la propuesta de varios de los miembros de la organización de una baja conjunta de la producción para que la oferta se ajustara a la menor demanda. Estas cuestiones no se resuelven por simple mayoría, porque si los demás bajan la oferta exportable para inducir una recuperación del precio, pero el principal productor mantiene elevada su oferta, la consecuencia es que el precio mundial no repuntará, con lo cual quienes hayan bajado la producción podrían verse perjudicados doblemente: por menor precio y por menor volumen vendido.
A esta altura, la diferencia principal entre Arabia Saudita, el “socio” de Estados Unidos, y el resto de los miembros de la OPEP, no es sólo la capacidad exportable sino, fundamentalmente, qué capacidad de “aguante” tiene cada uno a una situación perdurable de precio del crudo deprimido. En ese punto, claramente Irán y Venezuela pueden contarse entre los más afectados. Con más espaldas, pero igualmente afectada, hay que sumar a Rusia a la lista (cuyo gas está atado al precio del crudo). Una nómina que, sin dudas, Estados Unidos tiene muy presente.
En términos cuantitativos, se estima que la oferta diaria de crudo en el mercado mundial supera actualmente en dos millones de barriles a la demanda, con lo cual no sólo no se espera una recuperación del precio sino incluso un mayor descenso. La OPEP, quebrada entre dos posturas opuestas, no puede ofrecer señales ni respuestas que equilibren la situación, al menos mientras Arabia no decida un cambio de posición. Este miércoles, el ministro de Petróleo saudí, Alí al Nouaimi, respondió, casi ajeno al asunto, “¿por qué debería yo reducir la producción?”. Estados Unidos, en tanto, parece muy conforme en asumir el “costo” de consumir sus reservas mientras pueda ver, al mismo tiempo, que los mayores perjuicios recaen en sus principales adversarios políticos.
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