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Los mismos responsables de ese gran fracaso económico y social que ha sido y es la gestión de la crisis en Europa están empezando a mostrar que con tal de derrotar políticamente al único partido que, con responsabilidades de Gobierno, pone en cuestión sus políticas -Syryza- no les importa hacer entrar a la UE en un camino que puede llevar a su destrucción.
En la mañana del viernes 20, segundo día de la cumbre del Consejo Europeo, nos desayunamos con la noticia del fracaso de la reunión de la “minicumbre” del Consejo que ha reunido a Merkel, Hollande y los máximos responsables de todas las instituciones de la UE con Alexis Tsipras. Los presidentes del Consejo, la Comisión y el Eurogrupo han sido los encargados de formular en una breve nota, escrita en los habituales términos ambiguos y diplomáticos, lo que los portavoces oficiosos han transmitido a la prensa como un nuevo ultimatum al gobierno griego: o se presenta, en los próximos días, una “lista completa de reformas específicas” o los fondos prometidos en la reunión del Eurogrupo del 20 de febrero no se librarán a Grecia. Esto significaría la suspensión de pagos y, en la mentalidad de un número creciente de irresponsables mandatarios europeos, la salida de Grecia del euro.
Además, los filtradores habituales han distribuido a los medios de comunicación una nota interna del Eurogrupo en la que se acusa al gobierno griego de nada menos que “torpedear el acuerdo para ampliar el rescate”. Los argumentos principales esgrimidos para justificar tal aserto no tienen desperdicio: se le acusa de maltratar a los funcionarios de la troika por pretender que las negociaciones se produzcan a nivel político, y de aprobar una ley para paliar la grave crisis humanitaria sin haberla consultado con ellos.
Es decir, pocos días después de las “confesiones de Jean Claude Juncker” en las que el presidente de la Comisión afirmó que habría que pedir perdón a los pueblos griego, portugués e irlandés porque la troika “había ofendido a su dignidad” mandando a simples funcionarios a negociar con ministros de sus gobiernos y, lo que es mucho más grave aún, reconoció que esos funcionarios no tenían ningún mandato de la Comisión Europea porque en las reuniones del Colegio de Comisarios “nunca se habló de la troika”, el Eurogrupo transforma en amenaza los plañideros argumentos de los “hombres de negro”.
Pero lo que pone más de manifiesto el nivel de insensibilidad política y moral de los responsables del Eurogrupo es su pretensión de convertir en motivo de denuncia que el gobierno griego haya aprobado una ley para paliar el estado de emergencia humanitaria, actuando así contra los significativos focos de hambre y frío que sufren los sectores más desfavorecidos de su población y contra la exclusión de la asistencia sanitaria de la seguridad social de los tres millones de griegos más pobres. Lo que quieren ocultar los responsables políticos de las instituciones de la UE y de los gobiernos nacionales -de Merkel a Rajoy pasando por casi todos los demás-, cuando reiteran una y otra vez que lo que tiene que hacer Grecia es “cumplir sus compromisos”, es que buena parte de dichos compromisos son los que directamente o indirectamente han llevado a esa situación de emergencia humanitaria.
Porque entre los compromisos que figuran en los memorandos que la troika impuso a Grecia están la exclusión sanitaria de casi un tercio de la población griega, la anulación de los convenios colectivos y la rebaja unilateral de los salarios -violando la Carta de Derechos Fundamentales de la UE y los convenios fundamentales de la OIT-, por no hablar de una política fiscal cuyas consecuencias no podían ser otras que el hundimiento de la economía griega y el agravamiento del problema de la deuda. Esto es lo que quieren obligar a mantener al gobierno de Syriza, quienes le denuncian por preocuparse de paliar la situación de los griegos que pasan hambre y frío y no pueden acudir a un hospital de la Seguridad Social.
Pero las confesiones de Juncker permiten ir, a mi juicio, más allá del refuerzo de los argumentos de denuncia sobre la ilegitimidad de un organismo, la troika, que no tiene soporte legal alguno en los tratados de la UE, ilegitimidad que se proyecta sobre sus actos, es decir, sobre los compromisos impuestos a gobiernos legítimos. Sus confesiones cuestionan la legalidad misma de los actos. ¿Son legales los actos aprobados en nombre de la Comisión Europea cuando estos no son ni siquiera tratados por ella ni existe, por lo tanto, acta alguna que refrende los mandatos que ejecutaron según su libre albedrío sus altos funcionarios?
Todas estas cuestiones parecen importar poco al numeroso plantel de políticos europeos, capitaneados por quienes mandan de verdad en Europa -Merkel y Schäuble-, que, ante todo, no quieren que el gobierno de Syriza pueda ponerles en evidencia del fracaso en su gestión de la crisis, evidencia constatada por los hechos y por las opiniones de muchos académicos y expertos nada sospechosos de izquierdismo. Y menos aún -y esto se palpa en las posiciones más enconadas contra Grecia que adoptan primeros ministros como Rajoy o Passos Coelho- que los logros de Syriza en favor del pueblo griego, pero también en favor de una proyecto de UE distinto del neoliberal vigente pero absolutamente agotado, les pasen factura en las próximas elecciones políticas y promuevan el progreso de un nueva izquierda europea.
El problema de Grecia es pues, a mi juicio, esencialmente político. Nadie puede afirmar seriamente que Grecia pueda pagar una deuda del 175% de su PIB. Ningún analista riguroso puede dejar de responsabilizar a las políticas de austeridad de que dicha deuda haya aumentado tan fuertemente desde que estas políticas se aplican (en 2009, la deuda pública griega era del 129% del PIB y en 2012 tuvo una quita del 52% de su valor nominal). Es más, todos los responsables políticos y económicos de la UE tienen a su disposición un informe que fue hecho público en Tokio, en octubre de 2012, en el que se concluía, tras un exhaustivo análisis de las crisis financieras y económicas que se han producido en el mundo desde finales del siglo XIX, que siempre que se habían aplicado frente a ellas políticas monetarias y fiscales restrictivas (austeridad) los resultado habían sido contraproducentes y la recesión se había profundizado y prolongado. Por el contrario, en los casos en los que las políticas monetaria y fiscal habían sido expansivas, promoviendo el crecimiento de demanda interna, los resultados había dio positivos. Paradojas de la vida, el informe fue elaborado por economistas de un miembro de la troika, el FMI, y presentado en la conferencia de otoño de dicho organismo internacional.
Quienes, para evitar que Syriza pueda sacar adelante su programa en beneficio del pueblo griego y de los demás pueblos de Europa, están dispuestos a propiciar la salida de Grecia del euro son los auténticos irresponsables en este nuevo acto de un viejo y dramático guión. Lo serán por la inestabilidad financiera que su decisión generará sin duda y que empezará a sentirse inmediatamente después en países como Portugal, Irlanda, España e Italia, y por las consecuencias que la inestabilidad transmite a la economía real.
Y también serán responsables de la agudización de la crisis política que vive la UE y que puede llevar a su destrucción. Esta crisis política tiene entre sus síntomas la desconfianza mayoritaria y creciente de la ciudadanía europea en la UE y sus instituciones, y el ascenso de partidos políticos nacionalistas, de extrema derecha y euroescépticos en numerosos países. A estos partidos la expulsión de Grecia del euro y de la UE les daría alas. Pero los fundamentos profundos de la crisis política de la UE están en la mala gestión de la crisis financiera y económica, el desprecio de sus consecuencias sociales -entre ellas la pobreza y la desigualdad- y el consiguiente deterioro grave del modelo social europeo, y el carácter escasamente democrático del funcionamiento de las instituciones de la UE.
A los responsables políticos de la UE y de los gobiernos nacionales, pertenecientes a las grandes corrientes que hasta hoy han protagonizado el proyecto europeo pero que también lo han llevado hasta la profunda crisis que padece, no se les puede escapar, y menos aún cuando acabamos de salir del centenario de 1914, que nada ni nadie pueden garantizar que lo peor no ocurra en política, máxime cuando los actores del drama carecen de unos objetivos bien definidos y de una estrategia clara.
Y esto es lo que les ocurre a quienes consideran que hoy lo prioritario es que Syriza no se salga con la suya. Lo pueden hacer sí, pero asumirán el riesgo de que sea a costa de la destrucción de la UE. Porque para muchos ciudadanos europeos esta sería la gota que culminaría el vaso. ¡Hay que pararles los pies!
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